En tiempos de crisis espiritual y decadencia nacional, cuando la Palabra de Dios había sido ignorada durante años, una mujer se convirtió en la voz de verdad.

Su nombre era Hulda, y aunque aparece brevemente en las Escrituras, su papel fue clave en uno de los mayores despertares espirituales de Israel.
Un momento decisivo para el pueblo
Durante el reinado del joven rey Josías, el pueblo de Judá vivía alejado de los caminos de Dios. Fue entonces cuando, en medio de unas reparaciones en el templo, los sacerdotes encontraron el libro de la ley, olvidado y cubierto por el polvo del abandono.
El rey, al oír lo que decía ese libro, se alarmó. Quería saber si aún había esperanza para su pueblo. ¿A quién consultar? De todos los posibles líderes, sacerdotes y escribas, el mensajero fue enviado a una mujer: Hulda, la profetisa.

Una mujer de sabiduría y autoridad espiritual
Hulda vivía en Jerusalén y era reconocida como profetisa. Sin necesidad de título oficial o posición visible, era una mujer profundamente conectada con la voz de Dios. Su palabra era confiable. Cuando los emisarios del rey acudieron a ella, Hulda no habló desde su opinión ni suavizó el mensaje.
Habló con autoridad espiritual, y su mensaje fue claro: el juicio de Dios vendría por la desobediencia, pero por la humildad del rey, él no vería ese castigo en su tiempo.

Hulda fue la confirmación divina de que la Palabra hallada era verdadera y viva. Su intervención marcó el inicio de una reforma espiritual bajo el liderazgo de Josías.
¿Qué podemos aprender de Hulda?
- Dios levanta voces femeninas con autoridad espiritual, aun en contextos donde no son comunes.
- La verdad, aunque difícil, debe decirse con claridad y fidelidad.
- Cuando una mujer está llena de la Palabra de Dios, su influencia trasciende.
- Dios no necesita multitudes para iniciar un cambio; a veces, una sola voz obediente es suficiente.

Hulda no buscó protagonismo, pero fue escogida por Dios para hablar en un momento clave. En un tiempo donde la voz de Dios parecía haber sido silenciada, ella habló con firmeza, convicción y verdad.
Hoy también se necesitan mujeres que vivan con discernimiento, que conozcan la Palabra, y que estén dispuestas a hablar cuando otros callan.
