Cuando escuchamos la palabra “descanso”, muchas veces pensamos en ocio, en detenernos, en perder tiempo. Pero, en la Palabra de Dios, el descanso es mucho más que eso: es un acto de obediencia y de confianza en Él.

Un principio desde el inicio
En la creación, Dios descansó al séptimo día. Ese gesto no fue por cansancio, sino para enseñarnos que la vida no se trata solo de trabajar y producir. Descansar es reconocer que no somos diosas autosuficientes, sino hijas que dependen del cuidado del Padre.

Autocuidado: un acto espiritual
Muchas mujeres sienten culpa al tomarse un tiempo para sí mismas, pero la Biblia nos recuerda que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo.
Cuidarlo —ya sea alimentándonos bien, dándonos pausas, buscando momentos de oración o incluso disfrutando de un respiro— no es egoísmo, es una manera de glorificar a Dios con nuestra vida.

Cuando descansas, das testimonio
El descanso y el autocuidado no solo te bendicen a ti:
- Le recuerdan a tu familia que tu fortaleza viene de Dios.
- Te permiten servir con alegría y no con agotamiento.
- Son una señal para el mundo de que tu confianza no está en tus fuerzas, sino en el Señor que renueva todo.
Jesús también descansaba
Los Evangelios nos muestran a Jesús apartándose de las multitudes para orar y renovarse. Si el Hijo de Dios reconoció la necesidad de detenerse, ¿cómo podríamos nosotras ignorarla?

Y Mujer Victoriosa, siempre recuerda…
Cada vez que eliges descansar y cuidar de ti, no solo estás renovando tu cuerpo y alma, también estás honrando a tu Creador. Recuerda: el descanso no es una pausa en tu propósito, es parte esencial de él.