La fortaleza de una mujer que espera en Dios

La espera nunca es fácil. Muchas veces oramos, ayunamos y clamamos, pero la respuesta de Dios parece tardar.

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En esos momentos, nuestro corazón puede llenarse de dudas y temores. Sin embargo, la Palabra de Dios nos recuerda que la verdadera fortaleza no se encuentra en controlar lo que no podemos cambiar, sino en aprender a descansar y confiar en Él.

Cuando la espera duele

Hay etapas en la vida en las que parece que todo se detuvo: la puerta que no se abre, la promesa que aún no llega, el milagro que parece estar lejos.

La mujer que espera en Dios siente esa carga, pero decide transformar la angustia en fe, y la desesperación en oración.

La fortaleza que viene de Dios

El Señor nos dice en Isaías 40:31: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”

La fortaleza de una mujer victoriosa no depende de su capacidad de soportar por sí sola, sino de saber quién sostiene su vida.

Lecciones para la mujer que espera

  1. La espera produce carácter: Dios trabaja en nuestro interior mientras esperamos.
  2. La espera fortalece la fe: aprendemos a confiar más en Sus tiempos y no en los nuestros.
  3. La espera prepara el corazón: cuando llega la respuesta, estamos listas para recibirla con gratitud.

Ejemplo bíblico: Ana, la madre de Samuel

Ana esperó por un hijo en medio de lágrimas y desilusiones. No se rindió, sino que derramó su alma delante del Señor.

Dios escuchó su clamor y la convirtió en madre de un profeta que impactó la historia de Israel. Su testimonio nos recuerda que la espera nunca es en vano cuando está puesta en las manos de Dios.

Palabras para tu corazón

Querida mujer, no temas si estás en un tiempo de espera. Recuerda que en esos silencios Dios está trabajando en algo mayor de lo que imaginas. Mientras esperas, Él te fortalece, te sostiene y te prepara. Tu respuesta llegará en el momento perfecto, porque Sus planes siempre son mejores que los nuestros.

La fortaleza de una mujer victoriosa no se mide por la rapidez de sus respuestas, sino por la paciencia y la fe con la que confía en su Señor. Que en este tiempo de espera tu corazón encuentre paz, tu fe se afirme y tus fuerzas se renueven en la esperanza de Cristo.

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