Una historia difícil de leer, pero necesaria de recordar

Dina era hija de Jacob y Lea. Su historia aparece brevemente en el libro de Génesis, pero su experiencia ha resonado silenciosamente a través de generaciones.
Un día, Dina salió a ver a las mujeres del país. Lo que sigue es un relato de violencia: fue abusada por Siquem, un príncipe del lugar.

Lo que pasó después fue una cadena de decisiones impulsadas por el dolor, el enojo y la injusticia: sus hermanos, en venganza, mataron a los hombres de la ciudad.
Pero en medio de todo, hay un silencio que duele: el de Dina.
La Biblia no registra sus palabras. No sabemos cómo se sintió, qué pensó, ni cómo sanó. Solo sabemos que fue víctima y que su historia fue envuelta por la voz de otros.
¿Cuántas veces hemos sido como Dina?
Calladas. Invisibles. Heridas por algo que no elegimos. Silenciadas por la cultura, el dolor o incluso por la religión.
Este blog no busca llenar los vacíos que la Escritura no relata, pero sí recordarte algo importante: Dios no ignora a las que fueron olvidadas por los demás.

Él ve, Él escucha, y Él repara.
Aunque los textos bíblicos no nos muestran el camino de restauración de Dina, la Palabra de Dios sí nos revela el carácter de un Dios que sana, restaura y hace justicia.
Para ti, mujer que ha vivido momentos como Dina:
- No estás sola.
- No estás rota sin esperanza.
- No eres definida por lo que otros te hicieron.
- Tu historia no terminó en el capítulo más doloroso.

El Dios que ve (El-Roi) —el mismo que vio a Agar en el desierto— también ve a las Dinas de hoy. A ti, que no has sido escuchada. A ti, que cargas con recuerdos pesados. Él no solo te ve: Él sana.