La vida de Raquel está marcada por el amor, la espera, la competencia y el dolor.

Fue amada profundamente por Jacob, pero su corazón se quebró en silencio mientras su hermana Lea, a quien no se prefería, daba a luz una y otra vez.

¿Has vivido alguna vez ese contraste?

Tener amor en un área de tu vida, pero un vacío profundo en otra.

Raquel conocía esa tensión. Era la amada, pero también la estéril. Lo que parecía una vida favorecida estaba llena de lucha interior.

“Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos” (Génesis 30:22)

Raquel esperó años por lo que más anhelaba: ser madre. Mientras tanto, su hermana parecía recibir bendición tras bendición.
¿Cuántas veces ella oró, lloró en secreto o se sintió insuficiente?

A veces nos comparamos y pensamos que Dios se ha olvidado de nosotras.

Pero Dios no se olvida. Él escribe historias a su manera. 

Y así como con Raquel, llega un momento en que Él se acuerda, responde y actúa.

Raquel tuvo a José, quien más tarde sería usado por Dios para salvar a muchas vidas en Egipto. Aquel hijo esperado, llorado y deseado, fue parte de un plan mayor que ella no podía imaginar.

Dios no solo le dio un hijo, le dio un propósito eterno.

Para tu corazón hoy

• ¿Qué estás esperando con lágrimas?
  
• ¿En qué área de tu vida te sientes estéril o vacía?
  
• ¿Estás luchando con la comparación?

Hoy, descansa en la verdad de que Dios no se ha olvidado de ti. Como con Raquel, Él escucha cada oración y ve cada lágrima. El tiempo de Dios no siempre es el nuestro, pero siempre es perfecto.